viernes, 4 de julio de 2008
Los zunzunes y las leyendas (I)
Muchas culturas prehispánicas tienen leyendas en las que el colibrí está presente. La primera que les presentamos es de Guatemala y se titula EL REY COLIBRÍ, la cual tomamos del libro del mismo nombre. [Texto y adaptación de Argentina Palacios.]
Hace muchísimos años, en una de las ciudades mayas cuyo nombre ya se ha olvidado, vivía una vez un halac uinic (jefe) y como no tenía descendencia, su hermano menor, Chirumá, lo reemplazaría algún día. Pero al fin el halac uinic y su esposa tuvieron un día un varón que nació el día 13 del mes, un día de suerte para los mayas pues según ellos, los cielos eran 13.
Cuando nació el niño se vio otra señal; un hermoso colibrí se posó en la rama de un árbol frente a la casa del halac uinic, y no solo era el colibrí más vistoso y más grande que jamás habían visto, sino que nadie recordaba haber visto a un colibrí quieto durante tanto tiempo. El sacerdote dijo que aquello era un buen augurio y dijo: Los dioses han enviado un mensajero para decirnos que este niño será extraordinario, como ese colibrí.
Unos días después se hizo una ceremonia especial para ponerle nombre al niño y el sacerdote dio al jefe y a su esposa una pluma de color rojo vivo que había encontrado bajo la rama donde se posó el colibrí. La madre del niño entonces dijo: Se llamará Kukul, que significa "pluma hermosa". El sacerdote entonces añadió: Esta pluma lo protegerá siempre y cuando la lleve consigo.
Todos estaban alegres en la ceremonia, excepto Chirumá pues con el nacimiento de ese niño, ya él no llegaría a ser halac uinic.
Pasó el tiempo, Kukul creció y se convirtió en un joven apuesto, inteligente, de cabellos negros como el azabache y piel color canela. Aprendió mucho con su padre sobre los astros y también aprendió el arte de la guerra. Llegó el momento en que Kukul debía tomar su puesto entre todos los hombres y como una tribu peleaba contra los suyos, Kukul y Chirumá se fueron a la guerra con todos los demás. Ni una lanza ni una sola flecha de las tantas que volaban alcanzaba a Kukul, y este luchaba valientemente.
Chirumá pensó que seguramente los dioses estaban protegiendo a Kukul. En una ocasión en que una flecha iba directa hacia Chirumá, Kukul se interpuso como escudo entre su tía y la flecha, y esta cayó al suelo sin hacer daño a nadie. Los enemigos huyeron espantados. Chirumá entonces decidió averiguar pues pensó que Kukul tenía algún amuleto.
Cuando esa noche Kukul dormía en su estera Chirumá buscó por todas partes hasta que encontró la larga pluma roja y se la llevó. Cuando Kukul se despertó, notó que faltaba la pluma y ni siquiera podía recordar las palabras del sacerdote cuando él nació. Kukul no lo sabía, pero había perdido el amuleto y por lo tanto, toda la protección que este le brindaba.
El halac uinic pasó a la otra vida y los sacerdotes se reunieron para elegir a un nuevo jefe. Chirumá trató de convencer a uno de ellos que lo apoyara, pero los demás votaron por Kukul, por lo que fue elegido halac uinic. Durante el gobierno de Kukul los pueblos estuvieron en paz y se obtenían muy buenas cosechas gracias a que Kukul, estudiando los astros, les decía a todos cuándo sembrar y cuándo recoger. Todos querían mucho a Kukul, excepto claro está, Chirumá.
Un día, estando Kukul de cacería, se le apareció un extraordinario colibrí, más grande que cualquier otro y revoloteando alrededor de Kukul le dijo estas palabras: Yo soy tu guardián, Kukul, y me toca prevenirte... cuídate porque la muerte te anda rondando... cuídate de un hombre ... de alguien muy allegado a ti. Ten cuidado, Kukul, y desapareció.
Kukul siguió andando por el monte, en un momento oyó un susurro, aprestó su flecha pero no vio nada. Pero unos pasos después ... zzzz... una flecha se le clavó en el pecho. A pesar del dolor, logró sacarse la flecha y fue al río a lavarse la herida. Pero comenzaron a faltarle las fuerzas y el pecho se le puso rojo escarlata, como la sangre. De momento, todo era oscuridad para Kukul y cayó en la yerba verde como la esmeralda donde murió, solo y traicionado.
Fue entonces cuando sucedió algo extraordinario, poco a poco todo su cuerpo se volvió del color de la yerba, excepto el pecho, que quedó rojo escarlata, la piel se le convirtió en plumas y el cabello en una hermosa cresta. Chirumá salió de la espesura, y en ese momento los brazos de Kukul ya se habían transformado en alas, así que todo lo que vio Chirumá fue un pájaro verde resplandesciente con el pecho escarlata y una enorme cola que volaba hacia las alturas.
Todo el pueblo estuvo de duelo por la pérdida de Kukul y días después, eligieron a Chirumá como el nuevo halac uinic, pero como soberano, fue cruel y belicoso. Los enemigos atacaron la ciudad y tomaron prisionero a Chirumá.
Hoy un hermosísimo pájaro verde con pecho escarlata, una enorme cola y una espléndida cresta, se posa en las ramas más altas de las selvas, mirándolo todo, atento al susurro de las hojas. Los antiguos mayas llamaron a este pájaro kukul, hoy lo conocemos como un símbolo de libertad, el quetzal, ave nacional de Guatemala.
Hace muchísimos años, en una de las ciudades mayas cuyo nombre ya se ha olvidado, vivía una vez un halac uinic (jefe) y como no tenía descendencia, su hermano menor, Chirumá, lo reemplazaría algún día. Pero al fin el halac uinic y su esposa tuvieron un día un varón que nació el día 13 del mes, un día de suerte para los mayas pues según ellos, los cielos eran 13.
Cuando nació el niño se vio otra señal; un hermoso colibrí se posó en la rama de un árbol frente a la casa del halac uinic, y no solo era el colibrí más vistoso y más grande que jamás habían visto, sino que nadie recordaba haber visto a un colibrí quieto durante tanto tiempo. El sacerdote dijo que aquello era un buen augurio y dijo: Los dioses han enviado un mensajero para decirnos que este niño será extraordinario, como ese colibrí.
Unos días después se hizo una ceremonia especial para ponerle nombre al niño y el sacerdote dio al jefe y a su esposa una pluma de color rojo vivo que había encontrado bajo la rama donde se posó el colibrí. La madre del niño entonces dijo: Se llamará Kukul, que significa "pluma hermosa". El sacerdote entonces añadió: Esta pluma lo protegerá siempre y cuando la lleve consigo.
Todos estaban alegres en la ceremonia, excepto Chirumá pues con el nacimiento de ese niño, ya él no llegaría a ser halac uinic.
Pasó el tiempo, Kukul creció y se convirtió en un joven apuesto, inteligente, de cabellos negros como el azabache y piel color canela. Aprendió mucho con su padre sobre los astros y también aprendió el arte de la guerra. Llegó el momento en que Kukul debía tomar su puesto entre todos los hombres y como una tribu peleaba contra los suyos, Kukul y Chirumá se fueron a la guerra con todos los demás. Ni una lanza ni una sola flecha de las tantas que volaban alcanzaba a Kukul, y este luchaba valientemente.
Chirumá pensó que seguramente los dioses estaban protegiendo a Kukul. En una ocasión en que una flecha iba directa hacia Chirumá, Kukul se interpuso como escudo entre su tía y la flecha, y esta cayó al suelo sin hacer daño a nadie. Los enemigos huyeron espantados. Chirumá entonces decidió averiguar pues pensó que Kukul tenía algún amuleto.
Cuando esa noche Kukul dormía en su estera Chirumá buscó por todas partes hasta que encontró la larga pluma roja y se la llevó. Cuando Kukul se despertó, notó que faltaba la pluma y ni siquiera podía recordar las palabras del sacerdote cuando él nació. Kukul no lo sabía, pero había perdido el amuleto y por lo tanto, toda la protección que este le brindaba.
El halac uinic pasó a la otra vida y los sacerdotes se reunieron para elegir a un nuevo jefe. Chirumá trató de convencer a uno de ellos que lo apoyara, pero los demás votaron por Kukul, por lo que fue elegido halac uinic. Durante el gobierno de Kukul los pueblos estuvieron en paz y se obtenían muy buenas cosechas gracias a que Kukul, estudiando los astros, les decía a todos cuándo sembrar y cuándo recoger. Todos querían mucho a Kukul, excepto claro está, Chirumá.
Un día, estando Kukul de cacería, se le apareció un extraordinario colibrí, más grande que cualquier otro y revoloteando alrededor de Kukul le dijo estas palabras: Yo soy tu guardián, Kukul, y me toca prevenirte... cuídate porque la muerte te anda rondando... cuídate de un hombre ... de alguien muy allegado a ti. Ten cuidado, Kukul, y desapareció.
Kukul siguió andando por el monte, en un momento oyó un susurro, aprestó su flecha pero no vio nada. Pero unos pasos después ... zzzz... una flecha se le clavó en el pecho. A pesar del dolor, logró sacarse la flecha y fue al río a lavarse la herida. Pero comenzaron a faltarle las fuerzas y el pecho se le puso rojo escarlata, como la sangre. De momento, todo era oscuridad para Kukul y cayó en la yerba verde como la esmeralda donde murió, solo y traicionado.
Fue entonces cuando sucedió algo extraordinario, poco a poco todo su cuerpo se volvió del color de la yerba, excepto el pecho, que quedó rojo escarlata, la piel se le convirtió en plumas y el cabello en una hermosa cresta. Chirumá salió de la espesura, y en ese momento los brazos de Kukul ya se habían transformado en alas, así que todo lo que vio Chirumá fue un pájaro verde resplandesciente con el pecho escarlata y una enorme cola que volaba hacia las alturas.
Todo el pueblo estuvo de duelo por la pérdida de Kukul y días después, eligieron a Chirumá como el nuevo halac uinic, pero como soberano, fue cruel y belicoso. Los enemigos atacaron la ciudad y tomaron prisionero a Chirumá.
Hoy un hermosísimo pájaro verde con pecho escarlata, una enorme cola y una espléndida cresta, se posa en las ramas más altas de las selvas, mirándolo todo, atento al susurro de las hojas. Los antiguos mayas llamaron a este pájaro kukul, hoy lo conocemos como un símbolo de libertad, el quetzal, ave nacional de Guatemala.
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