Por favor, si alguien tiene alguna otra información respecto a este bello colibrí, la foto y/o el autor, le agradecería me la hiciera llegar, escribiendo un comentario o enviándome un correo electrónico a: vicaria1950@gmail.com. ¡Muchas gracias de antemano!
miércoles, 24 de septiembre de 2008
Un colibrí diferente en Guayaquil
Encontré en Internet esta foto, a la cual se refieren como "El colibrí y San Francisco". Según el texto, la foto es de Arcadio Arosemena y también hallé que el colibrí es obra de Gonzalo Endara Crow.
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Zunzunes y la filatelia - Sao Tomé y Príncipe
Sao Tomé y Príncipe es una nación de habla portuguesa formada por dos islas que se encuentran en el Golfo de Guinea, en la costa atlántica de África. Me llamó muchísimo la atención que, no existiendo zunzunes allí, sin embargo, sí tengan sellos con zunzunes, aunque quiero que sepas que no es el único país que ha hecho esto. Comparto con ustedes los que encontré:
Los tres sellos que les presentamos son de una misma colección (1989.01 del 15 de octubre de 1989).
En este sello de 20 dobras (moneda nacional del país), vemos al colibrí topacio (Topaza pella) y al colibrí cometa (Sappho sparganura).
Los tres sellos que les presentamos son de una misma colección (1989.01 del 15 de octubre de 1989).
En este sello de 20 dobras (moneda nacional del país), vemos al colibrí topacio (Topaza pella) y al colibrí cometa (Sappho sparganura).
Este otro sello, también de 20 dobras, muestra a la coqueta adorable (Lophornis adorabilis) y al colibrí de Herrán (Chalcostigma herrani).
Este otro sello, del mismo valor facial (20 dobras), nos presenta al colibrí pardo (Colibri delphinae).
Y por último, esta hoja filatélica (1989.02 de la misma fecha, 15 de octubre de 1989), donde podemos apreciar al colibrí del chimborazo (Oreotrochilus chimborazo):
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¿Zunzunes en cautiverio?
Como siempre había escuchado y leído lo difícil o casi imposible de mantener zunzunes en cautiverio, me cautivó esta noticia que deseo compartir con ustedes. La publicó Juan M. García en su blog "Desde Cuba" en febrero de este año 2008 y aquí la tienen:
— Me hice el propósito de mantenerlos vivos y los quiero. Fíjate que hasta les he enseñado a comer de mi propia boca endulzada y los he protegido entre mis senos cuando los últimos frentes fríos.El almíbar, cuando está espesa, los empalaga; hay que diluírsela bien. El sol excesivo les molesta y se sofocan:
— Si se van, bueno, me entristecería y me alegraría por otra parte, aunque quisiera que se adaptaran a una jaula grande, dentro de un jardín, para que salgan y entren libremente.— Comen hasta las 7:30 de la noche y después duermen hasta el amanecer.
Un verdadero arte ese prodigio de Caridad:
— En el nido uno empujaba al otro y lo sacaba; sin embargo, logré que ambos se acotejaran.
TRES COLIBRÍES LOGRAN VIVIR EN CAUTIVERIO
Por Hugo García y Lis García Arango, estudiante de Periodismo
Fotos: Leticia Arango
En Alacranes, Unión de Reyes, Matanzas, tres colibríes rompieron el mito de su incapacidad de sobrevivir en cautiverio.Los dos pichones más pequeños son de un mismo nido, y al mayor, con su pico más largo y bastante emplumado como para irse a los montes cercanos, parece que no le interesa la vida silvestre y permanece en una casa de esta localidad matancera, sin asustarse en lo más mínimo ante nuestra presencia.
Por Hugo García y Lis García Arango, estudiante de Periodismo
Fotos: Leticia Arango
En Alacranes, Unión de Reyes, Matanzas, tres colibríes rompieron el mito de su incapacidad de sobrevivir en cautiverio.Los dos pichones más pequeños son de un mismo nido, y al mayor, con su pico más largo y bastante emplumado como para irse a los montes cercanos, parece que no le interesa la vida silvestre y permanece en una casa de esta localidad matancera, sin asustarse en lo más mínimo ante nuestra presencia.
Las tres avecillas nos miraban como si toda la vida nos hubieran visto. Su insólita pequeñez y las vistosas plumillas de un color verdoso amarillento nos brindan un pajarillo singular, único, mágico...Jamás pensamos estar tan cerca de un colibrí, mucho menos de tres a la vez. Los hemos visto apenas a dos metros libando en las flores, o volando a velocidades “siderales”, pero nunca tan quietos, saboreando el almíbar con su larga lengua, cuidando de su plumaje, entrenando las alas para futuros vuelos.
— Es un reto, sentí que podía vencerlo y felizmente lo he logrado—, enfatiza Caridad Báez León, quien pone al descubierto su gesto de ternura y sensibilidad. Ella los protege en una jaula y cada vez que tienen hambre los saca y los alimenta con libertad. En este caso, podemos afirmar que se trata de un semicautiverio, hasta que definitivamente crezcan un poco más.
— Uno me lo trajo mi hijo, quien hacía guardia de noche. Él sintió un suave chiflidito, como si fuera un grillito, y al buscar vio un nido solo en una mata y recogió del piso un pichón desplumado, una bolita de carne. Lo trajo para la casa y no dijo nada, lo puso en una copita.
— Al amanecer sentimos el chillido y con mi nieto empezamos a buscar. Enseguida nos dimos cuenta que era un zunzún. Nos miramos y rápidamente hice un almíbar de azúcar, con agua y sabor a piña. Tenía mucha hambre y se alimentó sin reparos. Con el nido, lo pusimos dentro del vaso plástico de la olla arrocera y hasta lo llevaba para todos lados.
— Chichi le pusimos por nombre y es el más grande. Como a los 15 días estaba más emplumado, lo ponía al borde del vaso y lo tapaba con la mano por el frío de diciembre. Todos me decían que se moriría, pero yo me empeciné.
Una persona amiga, que sabía la historia de Chichi, encontró en su finca otros dos pichones abandonados en el suelo y se los trajo a Caridad, con la esperanza de que sobrevivieran, protegidos por las manos prodigiosas de esta mujer y de su familia.
— No están acostumbrados a volar, solo vuelan pequeños tramos. Siempre los llevo para el trabajo, hasta las cuatro de la tarde; cuando tienen hambre chiflan y con una paletica los alimento, sonríe.
—¿Qué piensa hacer?
—Todos en la casa les han tomado cariño, son como nuestras mascotas.
Caridad hace poco soltó a Chichi, el más emplumado: “Ya estás libre”, le dijo, y lo lanzó al aire:
— Increíblemente regresó en su vuelo hacia mi pecho, lo cuento y no lo creo. Se han acostumbrado a mi voz, a mi manera de alimentarlos, no te imaginas cuánto los extrañaré si se alejan.
— Increíblemente regresó en su vuelo hacia mi pecho, lo cuento y no lo creo. Se han acostumbrado a mi voz, a mi manera de alimentarlos, no te imaginas cuánto los extrañaré si se alejan.
— Los estoy enseñando a comer en una tapita plástica, para que identifiquen el alimento, y después pondré la tapita dentro de una flor para que aprendan a libar.
Las avecillas se dejan acariciar, sin asustarse. Tratan de subirse a los dedos, y las paticas diminutas no les permiten agarrarse ni del meñique. Ningún especialista los ha visto para determinar la especie, aunque por la pequeñez de dos de ellos pudiera pensarse que sean el llamado pájaro mosca o zunzuncito, que solo se localiza en la Península de Guanahacabibes, las Cuchillas del Toa y la Ciénaga de Zapata, esta última región colindante con el municipio de Unión de Reyes.
— Me hice el propósito de mantenerlos vivos y los quiero. Fíjate que hasta les he enseñado a comer de mi propia boca endulzada y los he protegido entre mis senos cuando los últimos frentes fríos.El almíbar, cuando está espesa, los empalaga; hay que diluírsela bien. El sol excesivo les molesta y se sofocan:
— Si se van, bueno, me entristecería y me alegraría por otra parte, aunque quisiera que se adaptaran a una jaula grande, dentro de un jardín, para que salgan y entren libremente.— Comen hasta las 7:30 de la noche y después duermen hasta el amanecer.
Un verdadero arte ese prodigio de Caridad:
— En el nido uno empujaba al otro y lo sacaba; sin embargo, logré que ambos se acotejaran.
Últimamente una pareja de colibríes adultos ronda por los arbustos del patio, libando flores. Mientras, Chichi y sus hermanos de crianza duermen separados por pocos centímetros, posados en una diminuta ramita. Los tres mueven las alas constantemente, a gran velocidad, como preparándose para también libar flores.
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viernes, 19 de septiembre de 2008
Los zunzunes y las artes (IV)
En el sitio web de Poesía Virtual encontré este cuento firmado por Cinnerea y aquí se los dejo para que lo disfruten.
El Colibrí y la Rosa
La tarde ha llegado, su color naranja impregna las paredes.
El Fresno y la Jacaranda murmuran sobre lo que el tiempo ha de mostrar al Colibrí y a la Rosa, en tan solo un breve tris.
-- La esperanza, la fe ha resurgido. La esencia pura del amor verdadero hidrata lentamente su ser.
Dicen: Que quizás, algún día--, pero es bien sabido que el QUIZÁS no existe, ¡FRASES HECHAS!...
Hoy no importan. Hoy... ¡Es hoy!, ¡El día más hermoso y sustancial de su existir! ¡Ya terminó la suspicacia, la incipiente reflexión que motiva la desdicha!...
Hoy se alegran las violetas, los geranios de casa, la Rosa que botón fue hoy se abre... ¡Mostrándose crédula!
El Colibrí, descubre en cada libación del néctar de la Rosa, ¡Que ella no es aquello que prejuzgo!
Duerme y medita tras saciar su hambre, no lleva prisa, solo es otra flor de la que podrá alimentarse.
Entre la brisa que llega a él, la Rosa murmura:
-- Mira, observa, siente, cree y vibra... recuerda esto que aquí hoy te digo: "Cuando tu sed este saciada, yo estaré aquí de una u otra forma, aquí... para colmarte de satisfacciones, que nos lleven a descifrar la diversidad entre mis hermanas. Sabes, no soy única, pero tengo una esencia ética, soy tangible, no efímera, tengo defectos, ALGUNAS ESPINAS ME PROTEGEN... y no soy inmortal. Podré dejar mi huella en ti, pero no podré volar contigo. Así que HOY, vivamos el día, tan intensamente como si fuera el ultimo."
El Colibrí escucha y cree, emprende su vuelo...
La suave brisa de sus alas acarician los pétalos de la Rosa.
Es un momento mágico el delgado muro del tiempo y la distancia que les separaba se hace trasparente.
¡Y donde antes solo habían encontrado lo trivial, descubren de pronto secretos y maravillas!
Y como obra de artes plásticas, traemos un cuadro de la pintora mexicana Frida Kahlo, Autorretrato con collar de espinas:
El Colibrí y la Rosa
La tarde ha llegado, su color naranja impregna las paredes.
El Fresno y la Jacaranda murmuran sobre lo que el tiempo ha de mostrar al Colibrí y a la Rosa, en tan solo un breve tris.
-- La esperanza, la fe ha resurgido. La esencia pura del amor verdadero hidrata lentamente su ser.
Dicen: Que quizás, algún día--, pero es bien sabido que el QUIZÁS no existe, ¡FRASES HECHAS!...
Hoy no importan. Hoy... ¡Es hoy!, ¡El día más hermoso y sustancial de su existir! ¡Ya terminó la suspicacia, la incipiente reflexión que motiva la desdicha!...
Hoy se alegran las violetas, los geranios de casa, la Rosa que botón fue hoy se abre... ¡Mostrándose crédula!
El Colibrí, descubre en cada libación del néctar de la Rosa, ¡Que ella no es aquello que prejuzgo!
Duerme y medita tras saciar su hambre, no lleva prisa, solo es otra flor de la que podrá alimentarse.
Entre la brisa que llega a él, la Rosa murmura:
-- Mira, observa, siente, cree y vibra... recuerda esto que aquí hoy te digo: "Cuando tu sed este saciada, yo estaré aquí de una u otra forma, aquí... para colmarte de satisfacciones, que nos lleven a descifrar la diversidad entre mis hermanas. Sabes, no soy única, pero tengo una esencia ética, soy tangible, no efímera, tengo defectos, ALGUNAS ESPINAS ME PROTEGEN... y no soy inmortal. Podré dejar mi huella en ti, pero no podré volar contigo. Así que HOY, vivamos el día, tan intensamente como si fuera el ultimo."
El Colibrí escucha y cree, emprende su vuelo...
La suave brisa de sus alas acarician los pétalos de la Rosa.
Es un momento mágico el delgado muro del tiempo y la distancia que les separaba se hace trasparente.
¡Y donde antes solo habían encontrado lo trivial, descubren de pronto secretos y maravillas!
Y como obra de artes plásticas, traemos un cuadro de la pintora mexicana Frida Kahlo, Autorretrato con collar de espinas:
jueves, 4 de septiembre de 2008
Los zunzunes y las leyendas (II)
Leyenda peruana: La misión del colibrí (Recopilación: Enrique Melantoni).
Cuentan que hace muchísimos años, una terrible sequía se extendió por las tierras de los quechuas. Los líquenes y el musgo se redujeron a polvo, y pronto las plantas más grandes comenzaron a sufrir por la falta de agua. El cielo estaba completamente limpio, no pasaba ni la más mínima nubecita, así que la tierra recibía los rayos del sol sin el alivio de un parche de sombra. Las rocas comenzaban a agrietarse y el aire caliente levantaba remolinos de polvo aquí y allá.
Si no llovía pronto, todas las plantas y animales morirían. En esa desolación, sólo resistía tenazmente la planta de qantu, que necesita muy poca agua para crecer y florecer en el desierto. Pero hasta ella comenzó a secarse. Y dicen que la planta, al sentir que su vida se evaporaba gota a gota, puso toda su energía en el último pimpollo que le quedaba. Durante la noche, se produjo en la flor una metamorfosis mágica.
Con las primeras luces del amanecer, agobiante por la falta de rocío, el pimpollo se desprendió del tallo, y en lugar de caer al suelo reseco salió volando, convertido en colibrí. Zumbando se dirigió a la cordillera. Pasó sobre la laguna de Wacracocha mirando sediento la superficie de las aguas, pero no se detuvo a beber ni una gota. Siguió volando, cada vez más alto, cada vez más lejos, con sus alas diminutas. Su destino era la cumbre del monte donde vivía el dios Waitapallana.
Waitapallana se encontraba contemplando el amanecer, cuando olió el perfume de la flor del qantu, su preferida, la que usaba para adornar sus trajes y sus fiestas. Pero no había ninguna planta a su alrededor. Sólo vio al pequeño y valiente colibrí, oliendo a qantu, que murió de agotamiento en sus manos luego de pedirle piedad para la tierra agostada. Waitapallana miró hacia abajo, y descubrió el daño que la sequía le estaba produciendo a la tierra de los quechuas. Dejó con ternura al colibrí sobre una piedra.
Triste, no pudo evitar que dos enormes lágrimas de cristal de roca brotaran de sus ojos y cayeran rodando montaña abajo. Todo el mundo se sacudió mientras caían, desprendiendo grandes trozos de montaña. Las lágrimas de Waitapallana fueron a caer en el lago Wacracocha, despertando a la serpiente Amarú. Allí, en el fondo del lago, descansaba su cabeza, mientras que su cuerpo imposible se enroscaba en torno a la cordillera por kilómetros y kilómetros. Alas tenía, que podían hacer sombra sobre el mundo. Cola de pez tenía, y escamas de todos los colores.
Cabeza llameante tenía, con unos ojos cristalinos y un hocico rojo.
El Amarú salió de su sueño de siglos desperezándose, y el mundo se sacudió. Elevó la cabeza sobre las aguas espumosas de la laguna y extendió las alas, cubriendo de sombras la tierra castigada. El brillo de sus ojos fue mayor que el sol. Su aliento fue una espesa niebla que cubrió los cerros. De su cola de pez se desprendió un copioso granizo. Al sacudir las alas empapadas hizo llover durante días. Y del reflejo de sus escamas multicolores surgió, anunciando la calma, el arco iris.
Luego volvió a enroscarse en los montes, hundió la luminosa cabeza en el lago, y volvió a dormirse. Pero la misión del colibrí había sido cumplida…
Los quechuas, aliviados, veían reverdecer su imperio, alimentado por la lluvia, mientras descubrían nuevos cursos de agua, allí donde las sacudidas de Amarú hendieron la tierra.
Y cuentan desde entonces, a quien quiera saber, que en las escamas del Amarú están escritas todas las cosas, todos los seres, sus vidas, sus realidades y sus sueños. Y nunca olvidan cómo una pequeña flor del desierto salvó al mundo de la sequía.
Cuentan que hace muchísimos años, una terrible sequía se extendió por las tierras de los quechuas. Los líquenes y el musgo se redujeron a polvo, y pronto las plantas más grandes comenzaron a sufrir por la falta de agua. El cielo estaba completamente limpio, no pasaba ni la más mínima nubecita, así que la tierra recibía los rayos del sol sin el alivio de un parche de sombra. Las rocas comenzaban a agrietarse y el aire caliente levantaba remolinos de polvo aquí y allá.
Si no llovía pronto, todas las plantas y animales morirían. En esa desolación, sólo resistía tenazmente la planta de qantu, que necesita muy poca agua para crecer y florecer en el desierto. Pero hasta ella comenzó a secarse. Y dicen que la planta, al sentir que su vida se evaporaba gota a gota, puso toda su energía en el último pimpollo que le quedaba. Durante la noche, se produjo en la flor una metamorfosis mágica.
Con las primeras luces del amanecer, agobiante por la falta de rocío, el pimpollo se desprendió del tallo, y en lugar de caer al suelo reseco salió volando, convertido en colibrí. Zumbando se dirigió a la cordillera. Pasó sobre la laguna de Wacracocha mirando sediento la superficie de las aguas, pero no se detuvo a beber ni una gota. Siguió volando, cada vez más alto, cada vez más lejos, con sus alas diminutas. Su destino era la cumbre del monte donde vivía el dios Waitapallana.
Waitapallana se encontraba contemplando el amanecer, cuando olió el perfume de la flor del qantu, su preferida, la que usaba para adornar sus trajes y sus fiestas. Pero no había ninguna planta a su alrededor. Sólo vio al pequeño y valiente colibrí, oliendo a qantu, que murió de agotamiento en sus manos luego de pedirle piedad para la tierra agostada. Waitapallana miró hacia abajo, y descubrió el daño que la sequía le estaba produciendo a la tierra de los quechuas. Dejó con ternura al colibrí sobre una piedra.
Triste, no pudo evitar que dos enormes lágrimas de cristal de roca brotaran de sus ojos y cayeran rodando montaña abajo. Todo el mundo se sacudió mientras caían, desprendiendo grandes trozos de montaña. Las lágrimas de Waitapallana fueron a caer en el lago Wacracocha, despertando a la serpiente Amarú. Allí, en el fondo del lago, descansaba su cabeza, mientras que su cuerpo imposible se enroscaba en torno a la cordillera por kilómetros y kilómetros. Alas tenía, que podían hacer sombra sobre el mundo. Cola de pez tenía, y escamas de todos los colores.
Cabeza llameante tenía, con unos ojos cristalinos y un hocico rojo.
El Amarú salió de su sueño de siglos desperezándose, y el mundo se sacudió. Elevó la cabeza sobre las aguas espumosas de la laguna y extendió las alas, cubriendo de sombras la tierra castigada. El brillo de sus ojos fue mayor que el sol. Su aliento fue una espesa niebla que cubrió los cerros. De su cola de pez se desprendió un copioso granizo. Al sacudir las alas empapadas hizo llover durante días. Y del reflejo de sus escamas multicolores surgió, anunciando la calma, el arco iris.
Luego volvió a enroscarse en los montes, hundió la luminosa cabeza en el lago, y volvió a dormirse. Pero la misión del colibrí había sido cumplida…
Los quechuas, aliviados, veían reverdecer su imperio, alimentado por la lluvia, mientras descubrían nuevos cursos de agua, allí donde las sacudidas de Amarú hendieron la tierra.
Y cuentan desde entonces, a quien quiera saber, que en las escamas del Amarú están escritas todas las cosas, todos los seres, sus vidas, sus realidades y sus sueños. Y nunca olvidan cómo una pequeña flor del desierto salvó al mundo de la sequía.
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